Supongo que todos hemos hecho alguna locura por amor y, bueno, por qué no reconocerlo, alguno de nosotros seguro que también ha hecho alguna locura por amor a los zapatos y es que precisamente es de esto de lo que el post de hoy.
Yo reconozco que, aunque adoro los zapatos, trato de aplicar el sentido común a la hora de comprarlos. Eso sí, también he cometidos mis locuras y algunas de ellas han sido enormes. Ya decía una frase de los grandes almacenes Nordstrom que “el amor a los zapatos es amor verdadero”.
Fuente: shoeperwoman.com
Recuerdo que con 6 años me empeñé, sin éxito, en que mi madre me comprara unas bailarinas blancas de charol (sí, más garrulo imposible, lo sé). Dado que no conseguí que me las compraran, rompí dos “cerditos” para recaudar las tres mil pesetas que costaban. ¿El resultado? Dos cerditos rotos, poco más de mil pesetas y una niña llorando porque no tenía sus zapatos garrulos.
La anécdota anterior se puede justificar en la tierna edad del sujeto, es decir, yo. Sin embargo, ya en la facultad me empeñé en que quería unas botas de cowboy de la marca Sendra. Tras ahorrar (entonces ya no había “cerditos” que romper) conseguí por fin comprarme unas. Eso sí, no me corté un pelo y después de dudar entre las botas turquesas y las rojas me llevé a casa estas últimas. En todo caso, la metida de pata no fue elegir un color un tanto llamativo sino empeñarme en la tienda en que las botas de la talla 38, usando una 41, me quedaban genial. Tengo que reconocer que las botas me gustan tanto que a veces me las pongo pero francamente no sé qué tipo de enajenación mental sufrí para llevarme unas botas de tres tallas menos de la mía.
En lo últimos años, mis “errores” zapatiles han consistido en comprarme unos zapatos ideales con un tacón altísimo, aún sabiendo que tengo una relación amor-odio con los tacones y que no me siento a gusto con ellos.
¿Cuáles son las locuras que has cometido tú por amor a los zapatos?